Recuerdos.
MEMORIAS DESDE LA
INMIGRACIÓN.
(Parte I)
De artista a recolector
de frutas o labriego de la tierra, solo hay un lapsus.
No me avergüenzo, fue mi
decisión, dura, pero fue mía, como mías fueron las ganas y la ilusión de ver
días mejores para los míos, con el frío del norte o el calor del sur, sobre las
espaldas, a cada pisada que doy le pongo un nombre, como si de una obra de arte
se tratase, porque siento que una parte mía se queda en ella.
No he olvidado lo que deje
atrás, quizá nunca lo dejé, por que aprendí a hacerlo invisible, para verlo
todos los días. No me siento extranjero fuera de mi tierra, porque siempre he sabido que no somos ciudadanos de un continente, sino ciudadanos de un universo. Las raíces
de nuestra cultura nos marcan y definen con trascendencia cósmica; y si nos empeñamos en decirlo, diré que
todos somos embajadores de esta tierra. Como dijo el grano de
arena antes de hacer el desierto, "soy pequeño, pero haré lo que pueda", con esa
premisa me forjo el día a día, sin olvidar que los mejores días los llevamos
dentro, solo buscamos vivir con dignidad, donde el termino "humano" nos defina
plenamente.
Durante años vi cómo se nos
pretendía quitar la dignidad, y la dignidad no se da ni se vende a ningún
precio. Tanto dolor sufrido puede hacer de nosotros meros entes fríos,
apáticos, calculadores e insensibles, o transformarnos en humanistas, que
aprenden a partirse y repartirse por lo que más quieren y valoran.
Soñando que otro mundo es posible,
nos convertimos en forjadores de realidades, despertando ilusiones construimos
satisfacciones y persiguiendo quimeras atrapamos lo efímero.
Nelson.
Lorca, 2001.
Comentarios
Publicar un comentario